Velasco vive en España y viajó especialmente para declarar.
VELASCO, ACUSO A VON WERNICH Y EL CURA CONTRAATACO CON ETCHECOLATZ
“Que el tribunal le pregunte dónde están”
Un testigo clave en el juicio al ex capellán de la Policía Bonaerense contó que le decía: “Hijo mío, la vida de los hombres la decide Dios y tu colaboración”. El cura lo señaló como colaboracionista.
Por Irina Hauser
Era el día de Luis Velasco, un testigo primordial en el juicio contra el ex capellán de la Policía Bonaerense Christian Von Wernich. Era una audiencia esperada por los querellantes por ser un sobreviviente que recibió las visitas siniestras del cura en centros de exterminio y que presenció sus diálogos con otros detenidos que siguen desaparecidos.
Ayer reprodujo algunas de las frases que solía decirles, como “hijo mío, la vida de los hombres la deciden Dios y tu colaboración”; “los hijos deben pagar la culpa de los padres” y “ustedes no tienen que odiar cuando los torturan”.
Velasco vive en España y viajó especialmente para declarar. Pero Von Wernich hizo todo para pelearle el papel protagónico: pidió hablar por primera vez ante el tribunal y lo acusó de haber sido un agente de inteligencia del Batallón 601 que colaboró con la última dictadura. Imperturbable, se jactó de saberlo por una conversación reciente con el represor Miguel Etchecolatz, con quien compartió tareas en el terrorismo de Estado y ahora comparte pabellón en Marcos Paz.
Para los familiares, las víctimas presentes y los organismos de derechos humanos no fue sorpresivo lo que dijo Von Wernich. Ya lo había publicado en el blog de ultraderecha “Cristiandad y Justicia”. Pero pocos esperaban que apareciera en el recinto y pidiera “ampliar” su declaración “indagatoria”. Había concurrido el primer día del juicio a comienzos de julio, se negó a declarar y tuvo que ir una vez para ser reconocido por un testigo.
Velasco aguardaba en un despacho contiguo y no escuchó nada. Su reacción ante la presencia del cura fue un pedido a los jueces. “Aprovechando que el señor Von Wernich está presente, quisiera que el tribunal le pregunte dónde están...”, y ahí se trabó en un sollozo hasta que pudo reponerse y nombrar a varios de sus compañeros de celda que están desaparecidos: Gustavo Pérez Monçalves, Marcelino Pérez Roi, Jorge Andreani, Ricardo San Martín, Héctor Baratti, Ricardo Bonín, Néstor Bozzi, Humberto Fraccaroli. “Todos ellos fueron visitados por el sacerdote Von Wernich y están desaparecidos”, afirmó. “Que diga cuál fue el destino de Ana Libertad Baratti”, reclamó también en alusión a una beba nacida en cautiverio que no recuperó su identidad.
Alguien entre el público inició un aplauso y atinaron a sumarse otros tantos, pero enseguida el presidente del tribunal, Carlos Rozanski, pidió evitar cualquier tipo de “expresiones”. En primera y segunda fila había Madres de Plaza de Mayo visiblemente conmovidas. También estaba, adelante, Alicia “Licha” Zubasnabald de De la Cuadra, la abuela de Ana Libertad.
A la provocación de Von Wernich la abogada que representa a Velasco, Guadalupe Godoy, retrucó: “Es un deseo de los organismos de derechos humanos obtener la lista” de todos los agentes que formaban parte del “Batallón 601”, una nómina que nunca fue reconstruida. Lo mismo pidió el letrado de la APDH, Marcelo Ponce Núñez, quien agregó que se cite al juicio a Etchecolatz para que ratifique (o no) los dichos de Von Wernich. El ex comisario, condenado el año pasado a cadena perpetua, está acusado en otra causa por el secuestro de Velasco. El tribunal aún no resolvió.
Contraataque
La sala de audiencias estaba repleta. Había un bullicio permanente en todo el lugar que transmitía un clima de efervescencia.
Velasco ya declaró en distintas oportunidades sobre sus circunstancias de detención y el papel de Von Wernich como hombre de la policía de Ramón Camps. Ayer volvió a detallar las tres veces que recuerda haberlo visto en centros clandestinos y otras dos después que lo liberaron. “En medio de todo ese horror” donde “nos torturaban, pateaban y tiraban pastillas de gamexane para matar los piojos”, “que llegara una persona y te hablara bien podía inducir a ciertos compañeros a pensar que había una vía de escape”, explicó el testigo. El cura “defendía la tortura y decía que teníamos que pagar porque le habíamos hecho daño a la patria”, añadió.
Von Wernich estaba enfundado en un chaleco antibalas y un pulóver oscuro. Pidió la palabra para “hacer una ampliación sobre una sola persona, Luis Velasco Blake”, a quien acusa de “difamarlo”.
“Para mí, sacando cuentas, dos veces lo vi: una en la Brigada (de La Plata) y otra en la casa de sus tíos, los Blake Von Wernich, en Carlos Casares, porque su tío está casado con una Von Wernich”, dijo el represor. “¿Qué otra vez podría ser?”, insistió, monocorde. Se acordó, dijo en pose de desentendido, que un día que estando preso le llevaron quesos de regalo de los monjes benedictinos. “Porque una mañana yo le llevaba quesos al general Camps y cuando entro a la secretaría privada estaba el coronel Rospide (que murió), un señor de civil y Luis Velasco Blake”, dijo. Sostuvo que Camps le preguntó si la Iglesia tenía residencia para estudiantes universitarios en Madrid, que él quedó en averiguar y que Etchecolatz estaba al tanto. “Al final Camps me dijo: ‘Ya no lo necesito, su pariente prestó un gran servicio a la policía’. En el momento no le di importancia. Pero ahora que estoy alojado con Etchecolatz, le pregunté ¿qué servicio prestó Velasco a la policía?”, recapituló. La respuesta, dijo, fue que pertenecía al Batallón 601 y que “gracias a sus informes se produjeron allanamientos importantes en el área de La Plata”.
Von Wernich no quiso contestar preguntas, se sentó junto a su abogado, se puso anteojos y escuchó a Velasco. Anotó todo lo que decía.
Testimonio
Velasco usa barba candado, anteojos de marco gris, tiene el pelo cortito y entrecano, y la voz áspera. Empezó por describir su secuestro, el 7 de julio de 1977 en un operativo “que abarcaba toda la cuadra”. Al reconstruir su recorrido por distintos campos de concentración de la Bonaerense, que duró un mes fue intercalando sus encuentros con Von Wernich. “Iba a la celda a hablar de lo que los prisioneros quisieran”, dijo. “Jamás lo vi repartir ningún sacramento”, aseguró. Entraba sin custodia y, contra lo habitual, les hacía quitar la venda a los detenidos. No le pudo ver el rostro, dijo, a ningún otro carcelero.
- La primera vez que se topó con él estando detenido fue en la Brigada de Investigaciones de La Plata. “Me dijo ‘sacate la remera’. Me tocó los pelitos del pecho y me empezó a hacer bromas porque me los habían quemado en la tortura”, contó. En Arana, retrocedió, había sido torturado con picana eléctrica, también en los genitales. “Como había militado en el Partido Comunista Revolucionario me preguntaban por caras y dirigentes del partido”. En aquella misma conversación con el párroco, “Néstor Bozzi se arrodilló y le dijo ‘padre no quiero morir’. El le contestó: ‘Hijo mío, la vida de los hombres la deciden Dios y tu colaboración”, relató el testigo.
- Volvió a ver al represor en la Comisaría quinta. El cura empezó a hablarle de su familia con “datos concretos”. “Me dijo: ‘tranquilo, yo soy primo de Monona”, en alusión una tía suya. Le pregunté por la salud de mi mamá, quise avanzar más y me dijo basta”, repasó Velasco. “Efectivamente Von Wernich estaba emparentado con mi tía Monona. Ella incluso le llevó una foto mía, pero en todo el mes que estuve desaparecido él no pasó ningún dato sobre mí”, sostuvo.
- Otra vez en la comisaría quinta, Velasco escuchó un nuevo sermón de Von Wernich, algo que le parecía su “obsesión”: “Ustedes no tienen que odiar cuando los torturan”, les insistía.
–¿Qué culpa tiene mi hija que nació en cautiverio? –contó que le replicó su compañero Baratti, quien acaba de enterarse de que su mujer, Elena de la Cuadra, acaba de dar a luz en cautiverio.
–Los hijos deben pagar la culpa de los padres –fue la respuesta.
- Velasco fue liberado el 8 de agosto y se fue transitoriamente a vivir con sus tíos. Mientras se recuperaba de una operación de apendicitis, estando solo en la casa apareció Von Wernich. “Me corrió un frío por la espalda (...) Me dijo vos sos un boludo, te hiciste mierda en la parrilla y en la celda nombraste gente. Yo le dije que no, entonces contestó, ‘o sea que no cantaste todo”. Velasco le preguntó qué tuvo que ver con su liberación. “Lo único que les dije es que a éste lárguenlo o mátenlo, porque sino nos mata a nosotros”, dice que contestó el cura. “Le pregunté qué se siente al ver torturar gente y me contestó que nada”, narró. Ahí mismo, admitió, Von Wernich le ofreció un contacto para obtener los documentos e irse. El se fue a Perú por dos años y luego a España.
- La última vez que se vieron fue en una cena familiar. Nadie tocó el tema.
“Declaré muchas veces y espero que ésta sea la última”, dijo Velasco cerca de terminar. Y volvió a conmoverse: “Para el testimoniante es muy difícil. Cada vez se recuerda, se revive el dolor, espero que esto termine, se juzgue a los culpables, y a seguir viviendo”.
El miedo sigue latente
Luis Velasco contestó a las acusaciones del represor Christian von Wernich en una pequeña conferencia de prensa al final de la audiencia. “Hace 30 años que declaro lo mismo, tardó 30 años en acordarse que Camps y Rospide me mandaron a España a espiar a los exiliados, no conociendo que me fui primero a Perú por dos años”, ironizó en las escalinatas de tribunales. “No tiene ni pies ni cabeza”, agregó. “No tiene entidad”, insistió. Durante la audiencia, había replicado a una declaración de Von Wernich, en la que decía que Velasco le había pedido que fuera a verlo para confesarse. Eso es imposible, sostuvo, “porque soy protestante”, igual que toda “mi familia”. “No puedo confesarme”, destacó.
Ante las consultas de los periodistas dijo que se considera un testigo importante por ser “el único” sobreviviente que lo vio estando en cautiverio. Cuando le pidieron opinión sobre la desaparición de Jorge Julio López dijo: “Pienso que hay grupos operativos, que están actuando. Para mí es relativamente fácil venir acá diez días con custodia policial pero me parece impensable para los que viven acá”.
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